¿A quién le corresponde hacer qué?
En nuestro editorial de ayer sábado, “Se acabó la guachafita”, decíamos que la jugada de María Corina puso la pelota en la cancha de Maduro, que ahora tendrá que definirse.
Pero también la puso en la cancha de la administración Biden, de la Unión Europea, de Noruega, de las democracias del mundo, e incluso en las de quienes piden levantamiento de sanciones, como Lula, Petro y AMLO. Son ellos, y no María Corina, quienes pueden y deben forzar a Maduro a aceptar elecciones democráticas y a cumplir los acuerdos de Barbados.
El rol de María Corina es recorrer el país, sembrar esperanza, liderar un gran movimiento político y social, aglutinar, organizar, articular, convertirse en referencia moral dentro y fuera de Venezuela. Y ha venido haciendo bastante bien su trabajo.
Pero forzar a Maduro a cumplir la Constitución no, ese no es trabajo de ella sola. Tampoco es trabajo exclusivo de los venezolanos, que lo intentamos por años hasta ser masacrados y aplastados.
Ese trabajo es del mundo democrático. Si fallan, seguirá profundizándose la crisis humanitaria y migratoria. Si tienen éxito, se abrirá un nuevo y mejor capítulo para Venezuela y el continente.
María Corina no puso la pelota en manos del TSJ, que es más inútil que cenicero de moto. La puso en manos de Maduro y, sobre todo, de quienes pueden y deben presionarlo para resolver. Es una oportunidad única.
¿Estarán a la altura?
Estamos en sus manos.